Treinta y seis años después de su estreno, Tim Burton ha resucitado por fin al travieso bioexorcista más famoso del inframundo interpretado por Michael Keaton en Bitelchús Bitelchús. Viene dispuesto a dar un susto de muerte (y de risa) a tres generaciones de la familia Deetz, que acuden a Winter River.
Por Marco Cacioppo
Corría el año 1988, cuando Tim Burton acababa de estrenar La gran aventura de Pee-Wee, cuyo éxito comercial sirvió para que Warner Bros. le diera carta blanca para su siguiente proyecto. De esa confianza de la productora nació Bitelchús, seguramente la película más libre, personal y ecléctica de la carrera del cineasta.
La historia arranca con el matrimonio formado por Adam y Barbara Maitland (Alec Baldwin y Geena Davis) cuando, volviendo del pueblo, se salen de la carretera. A su regreso a casa, se dan cuenta de que están muertos y se encuentran en una especie de inframundo poblado por extrañas criaturas. La pareja apenas tiene tiempo de digerir su nueva condición de fantasma, cuando la familia Deetz, los nuevos propietarios (Charles, Delia y su introvertida hija Lydia, respectivamente interpretados por Jeffrey Jones, Catherine O’Hara y una jovencísima Winona Ryder) irrumpen en casa.
Su llegada marca el comienzo de una especie de home invasion en la que Adam y Barbara hacen todo lo posible por asustar a los intrusos para lograr que se marchen y les dejen descansar en paz. Para ayudarles en esta misión, acude Bitelchús (después de pronunciar tres veces su nombre), un bioexorcista (aquel que ayuda a los fantasmas a echar de su hogar a los vivos que les puedan molestar) con un humor muy negro, interpretado por un Michael Keaton en estado de gracia que debe a este papel la fama planetaria que le llegó un año después gracias al personaje de Bruce Wayne que Tim Burton le regaló también en Batman.
UNA PELÍCULA MUY DIFERENTE A LAS DEMÁS
A pesar de su naturaleza un tanto extraña para los estándares de los grandes estudios, cuyos tonos grotescos recordaban, al menos en espíritu, a La pequeña tienda de los horrores (1960, posteriormente rehecha por Frank Oz en 1986), de Roger Corman, Bitelchús estuvo en boca de muchos adolescentes como un caso insólito de comedia de terror y fue un éxito de taquilla de más de 70 millones de dólares (con un presupuesto de casi 15). Sólo unos años antes, el trío Reitman-Ramis-Aykroyd había entrado en el imaginario colectivo con las fantásticas e ingeniosas aventuras de Los cazafantasmas, Wes Craven había cambiado las reglas del slasher con la primera Pesadilla en Elm Street, John Landis había triunfado juntando comedia y gore con su Un hombre lobo americano en Londres; y John Carpenter había logrado la proeza de unir terror, fantasía, folclore, comedia y artes marciales en Golpe en la pequeña China.
Aunque Bitelchús bien se enmarcaba en el mismo contexto en el que lo macabro se mezclaba armoniosamente con las risas típicas de aquellos años, tenía la facultad de alejarse a la vez de todo lo demás. Quedó patente desde el inicio que detrás de la obra descansaba una visión única que, en comparación con la de otros cineastas de la época, reflejaba una voz de desacuerdo, la de un outsider vestido de negro, de tez pálida y con ojeras que solía estar en habitaciones tenuemente iluminadas, pobladas de muñequitos de plastilina y de pequeños televisores en blanco y negro en los que desfilaban imágenes de viejas películas de Ed Wood y Andy Milligan interrumpidas constantemente por interferencias catódicas.
Así explicaba por qué era una película tan única el propio Tim Burton en una entrevista en Rolling Stone en 1988:
“Las cosas que más me interesan son las que potencialmente no funcionan. En Bitelchús podía decir cada día qué funcionaría y qué no. Y eso es muy estimulante. Especialmente cuando se hace algo tan extremo. Muchos criticaron la historia de Bitelchús, pero cuando la leí pensé: ‘¡Guau! Es interesante. Y muy aleatoria. No sigue lo que yo llamaría una narración con una estructura al estilo de Spielberg’. Creo que tendré que verla más veces, porque me intrigan las cosas perversas. Por ejemplo, me llamó la atención el hecho de que no tuviera una trama”.
HACIA UNA SECUELA
36 años han pasado y mucho ha llovido para Tim Burton desde Bitelchús, incluyendo los dos taquillazos de Batman, otros filmes muy comerciales pensados para atraer a un público más amplio (Big Fish, Charlie y la fábrica de chocolate, Alicia en el país de las maravillas), y otros con menos taquilla quizá, pero en los que el director también dio lo mejor de sí, como Ed Wood y Mars Attacks! Sobre la secuela de Bitelchús se empezó a hablar a finales de los 90. Con Kevin Smith (Clerks) involucrado, incluso tuvo título, Beetlejuice Goes Hawaiian (Bitelchús se va a Hawái).
Al final, no salió adelante, aunque sí se produjo una serie de animación con cuatro temporadas que se emitió entre 1991 y 1993 en La 2 en España con el título Beetlejuice. Bitelchús Bitelchús, elegida como película de inauguración de la 81 edición del Festival Internacional de Cine de Venecia, comenzó a gestarse oficialmente hace unos 10 años, cuando Tim Burton, estimulado por las declaraciones de Michael Keaton y Geena Davis, que habían mostrado interés en retomar sus personajes, empezó a hablar públicamente de ella. Ironías del destino, Michael Keaton fue confirmado en el proyecto y Geena Davis se quedó fuera.
Preguntada al respecto, la estrella de Thelma y Louise se limitó a reaccionar así, bromeando: “Según tengo entendido, los fantasmas no envejecen. Aunque no es que yo haya envejecido, no estoy en la secuela”. Bitelchús Bitelchús comienza con una inesperada tragedia familiar, la desaparición de Charles, que hace que tres generaciones de la familia Deetz regresen a la casa de Winter River, escenario de los acontecimientos de la primera película. La vida de Lydia, todavía atormentada por Bitelchús, da un vuelco cuando su rebelde hija adolescente, Astrid (Jenna Ortega), descubre la misteriosa maqueta de la ciudad en el desván y el portal al inframundo se abre accidentalmente.
Con los problemas que se avecinan en ambos reinos, es sólo cuestión de tiempo que alguien pronuncie el nombre de Bitelchús tres veces y que el espíritu travieso regrese para desatar su particular caos.
VOLVER AL JUEGO
En el papel de Bitelchús está, como no podría ser de otro modo, Michael Keaton que, tras ver uno de los primeros montajes de la película, dijo lo siguiente: “Puedo asegurar que la película es fantástica. Es muy divertida. Volveré a verla después de que hagan un par de pequeños ajustes de montaje, pero tal y como está es genial. La película anterior ya era entretenida y visualmente emocionante, pero esta es realmente bonita e interesante desde un punto de vista emotivo. No me lo esperaba”.
A Tim Burton le encantó volver a sus orígenes, entre otras cosas porque, según él, venía de una fase en la que se había puesto en tela de juicio su carrera. Aunque lo había hablado largo y tendido con Keaton, para hacer la secuela de Bitelchús tenía que estar motivadísimo y desear el proyecto con todo su corazón.
Cuando se alinearon las estrellas, Burton y Keaton se lanzaron de cabeza. “Ha vuelto a las andadas. Ha sido estupendo ver de nuevo a todo el reparto, pero en su caso, se puso el mono de trabajo de inmediato, como si estuviera bajo una especie de posesión demoníaca”, cuenta Burton sobre su protagonista.
A lo que Keaton contesta: “Tim estuvo genial, regresó a su zona de confort, se lo pasó bien y contagió sus ganas a todo el mundo. Hemos tardado en llegar aquí e incluso pensé que no lo lograríamos, pero al final ha sido más divertida que la primera. Es una película especial”.
Otro feliz regreso es el de Winona Ryder, que interpretó el personaje de Lydia Deetz en la película original y repite en esta secuela. “Es la primera vez que retomo un personaje, y ha sido una de las experiencias más especiales que he vivido en mi carrera”, dice la actriz. En Bitelchús Bitelchús, Lydia, ya adulta, se ha labrado una carrera como presentadora de un programa de televisión llamado Ghost House With Lydia Deetz. “Una crece, las cosas cambian, la vida pasa, pero siempre pensé que, aunque no sería la misma persona, Lydia no podía perder su identidad”, continúa. “No podía haberse extinguido por completo, debía evolucionar y a la vez conservar las características que tenía cuando la conocimos. Comprender esto ha sido mi mayor desafío”.
DE LYDIA A ASTRID
Si Lydia era la adolescente hija de Charles y Delia en el Bitelchús original, en Bitelchús Bitelchús le toca el turno a su hija, Astrid, a la que Jenna Ortega da vida en su segunda experiencia con Tim Burton tras el éxito de su personaje de Miércoles en la pequeña pantalla. Según la actriz, tener a Lydia como madre “es lo más guay del mundo”. “Interpretar a su hija, llamarla ‘Mamá…’ y poner los ojos en blanco fue todo un reto, pero muy divertido”, dice. Y en cuanto a su personaje se refiere: “No diría que es brillante y alegre. Tampoco está en el extremo opuesto, pero como cualquier adolescente quiere distanciarse de sus padres. Es normal que se muestre hostil hacia lo que les gusta a sus padres.
No voy vestida de rosa ni soy una animadora, pero estoy algo en contra de la historia y el pasado de mi madre. Tenemos muchos encontronazos”. La relación entre Astrid y Lydia es uno de los ejes centrales de la película.
“No sólo es muy importante –sigue Ortega–, también es muy curioso porque se trata de recuperar y encajar las piezas de lo que le ha pasado a Lydia estos años. Esto le gustará, creo, a cualquier fan del personaje con ganas de volver a verlo”. A pesar de su corta edad, a la actriz siempre le gustó Bitelchús. La descubrió en casa de una amiga y luego la veía cada vez que la echaban en la tele por Halloween. “Es buena”, opina Michael Keaton sobre ella. “Inmediatamente comprendió cuál era el tono y se metió en el personaje”.
UNA PELÍCULA SANADORA
Bitelchús Bitelchús no ha sido una experiencia más. El rodaje resultó ser como una terapia, sobre todo para Tim Burton, que contó con la participación de su actual compañera de vida, Monica Bellucci, interpretando a Delores, la exmujer de Bitelchús con asuntos pendientes que resolver. “Intenté soltarme y volver a los fundamentos de mi trabajo, rodeado de buena gente, buenos actores y de marionetas”, cuenta el director.
“Ha sido como volver a encontrarme con la chispa que hizo que me gustase dirigir. Había perdido el interés por la industria del cine. Sentía que ya había tenido suficiente. A veces, cuando nos hacemos mayores, nos perdemos un poco por el camino. Así es exactamente como me siento y me he sentido. Mi vida ha sido como un viaje desde que empecé a hacer películas. Algunas son buenas y otras malas. Después de todos estos años, estos sentimientos me han motivado para hacerla”.
Y no es casualidad que el personaje que más le importa sea el de Lydia. “Me identifiqué con ella entonces y me identifico con ella ahora. También Lydia siguió su propio camino, y ha pasado de adolescente guay a adulta con aires de perdedora, eso le ha añadido emotividad a la película”. En resumen, en una época de reboots, remakes y secuelas bastante estandarizados, Bitelchús Bitelchús aporta un soplo de aire fresco, un poco como lo hizo el primer Bitelchús en los 80. En este sentido, las palabras de Jenna Ortega no sólo como actriz, sino también como portavoz de las nuevas generaciones, son un buen augurio:
“Creo que resucitar a Bitelchús es una gran idea, porque la gente necesita volver a ver historias extrañas y fuera de lo común. A las nuevas generaciones, esas que están pegadas al teléfono, hay que presentarles ideas artísticas y frescas. Cuanto más rara sea una película, más gente la verá. Creo que hará mucho por el cine en general”.
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