★★★½
Después de dos décadas alejado de su tierra, Odiseo regresa, débil y casi irreconocible, a las playas de Ítaca. Finalmente, el rey vuelve al hogar, si bien su reino ha cambiado mucho desde que se marchó a combatir en la guerra de Troya. Ahora deberá confrontar su pasado para proteger a su familia y recuperar el amor que ha dejado atrás. Tomando como punto de arranque una parte de la epopeya narrada en La Odisea –el reencuentro del protagonista con los suyos, las repercusiones del retorno después de su larga ausencia y los efectos emocionales y familiares derivados de ese tiempo separado–, el tercer film de Uberto Pasolini brilla en su aproximación desnuda, vaciada de efectismos y grandes efectos especiales, al poema clásico de Homero. Protagonizada por unos espléndidos Ralph Fiennes y Juliette Binoche en los papeles de Odiseo y Penélope, Pasolini sigue la senda del gran cineasta italiano, siempre polémico y comprometido, con el que comparte apellido: como hiciera aquel en su particular relectura del mito bíblico en El evangelio según San Mateo (1964), el director de El regreso de Ulises explora este relato griego clásico, texto fundamental –y fundacional– de la literatura occidental, renunciando a poner en imágenes grandes batallas y a utilizar recursos espectaculares de puesta en escena –no hay aquí grúas, ni drones, ni músicas grandilocuentes, sino una filmación “directa”, austera, en la que la cámara está situada siempre a la altura de sus personajes–. Uberto Pasolini se rinde a la obra que está adaptando y filma con los recursos más esenciales y sencillos esta historia atemporal sobre la descomposición moral de la sociedad que, como todo clásico, nunca dejará de estar vigente. Muy buena.
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