Para rodar la película que estos días se estrena en España (el 25 de julio), Golshifteh Farahani (Teherán, 1983) habló mayormente en farsi. Basada en la autobiografía homónima que Azar Nafisi publicó en 2003, Leer Lolita en Teherán cuenta la historia de una profesora de literatura que, tras la Revolución Islámica de 1979, forma un club clandestino de lectura para mujeres en el que se exploran libros prohibidos por el régimen de los ayatolás.
Cabe recordar, claro, que Golshifteh Farahani es iraní y que, por tanto, en condiciones normales, no debería resultar llamativo que filme en el idioma oficial de su país natal. Pero las circunstancias de la actriz están lejos de ser normales. Hace más de 15 años que no pone un pie en Irán, porque intentar hacerlo podría acarrear consecuencias nefastas para ella y su familia. Aunque en su mayor parte ambientada en la ciudad que aparece en su título, la nueva película fue rodada en Italia.
Por supuesto, las cosas no siempre fueron así. Tras debutar en el cine con sólo 14 años a bordo de El peral (1998), Farahani no tardó en convertirse en una de las actrices más adoradas por los espectadores iraníes, y asimismo se dio a conocer internacionalmente con Media luna (2006), de Bahman Ghobadi, que ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. También es la película gracias a la que Hollywood se fijó en ella y por la que entró en guerra con la República Islámica.
Porque, al verla, Ridley Scott decidió incluir a Farahani junto a Leonardo DiCaprio y Russell Crowe en el reparto de Red de mentiras (2008), intriga de espionaje y terrorismo ambientada en Oriente Próximo, convirtiéndola así en la primera actriz que trabajaba en EE.UU. desde la Revolución del 79. Cuando ella decidió aparecer en la premiere oficial de la película en Nueva York sin usar el hiyab, a cabello descubierto, las autoridades iraníes se sintieron ultrajadas y le prohibieron salir del país.
Durante los siete meses posteriores, fue sometida a sucesivos interrogatorios —“Mi interrogador me traumatizó y necesité muchísima terapia después de aquello”, ha confesado al respecto—, y al mismo tiempo rodó A propósito de Elly (2009), la película de Asghar Farhadi que ganó el Oso de Plata en la Berlinale. Después de aquello, dejó Irán para instalarse en París y, en pocos años, pasó de ser una simple expatriada a ser una proscrita.
¿El motivo? Una fotografía publicada en una revista francesa en 2012, en la que aparecía mostrando uno de sus senos en toda su desnudez. Días más tarde, sus padres —él, director teatral; ella, actriz— recibieron la llamada de un miembro de la Corte Suprema de la República Islámica, que les lanzó una advertencia entre gritos: si su hija regresaba a Irán, le cortarían los pechos y los presentarían a la familia en una bandeja de plata.
“El exilio te deja sin patria, vivirás el resto de la vida en tierra de nadie, tu propia existencia está en entredicho”, ha comentado Farahani sobre lo que sintió tras aquel veto. “Existir como artista es mi resistencia. Es toda mi vida”.
Desde entonces, Farahani ha seguido buscándoles las cosquillas a las autoridades de Irán protagonizando películas como La piedra de la paciencia (2012) —sobre la represión misógina consustancial al integrismo islámico—, Las hijas del sol (2018) —sobre un batallón de mujeres soldado que combaten a los extremistas— o la propia Leer Lolita en Teherán, del israelí Eran Riklis, inconfundible reivindicación del feminismo y la resistencia intelectual contra un régimen patriarcal y violentamente represivo.
Entretanto, ha participado en blockbusters como Exodus: Dioses y Reyes (2014) —de nuevo a las órdenes de Ridley Scott— y Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (2017); ha sido imagen de marcas como Dior y Cartier; ha trabajado para autores como Marjane Satrapi, Mia Hansen-Løve, Jim Jarmusch y Arnaud Desplechin; y ha seguido visitando certámenes cinematográficos internacionales para presentar películas como Alpha, la última de Julia Ducournau (Titane), que tanto dio de qué hablar hace unas semanas en el reciente Festival de Cannes.
“He vivido mi vida en el exilio, pero los dictadores me hicieron el mayor regalo”, sentencia ella para resumir su periplo. “Porque, al perder mi país, gané el mundo”.