Hélène Vincent y Ludivine Sagnier son las protagonistas de la nueva película de François Ozon (En la casa), un drama familiar con componente de intriga, que se alzó con los premios a mejor guion, para el propio director y Philippe Piazzo, y a mejor interpretación de reparto para el actor Pierre Lottin en San Sebastián.
Por Begoña Piña
El cineasta François Ozon vuelve a recorrer los senderos de la culpabilidad y la muerte en su nueva película, Cuando cae el otoño, un drama en el que conviven otros de los elementos recurrentes en su filmografía (Frantz, Mi crimen, 8 mujeres…), como la amistad y complicidad entre mujeres.
En este caso, sus personajes principales, Michelle (Hélène Vincent) y Marie- Claude (Josiane Balasko), son también una reivindicación de las actrices mayores, su experiencia y talento, en el cine de hoy. Ellas son, en esta ficción, dos madres con un pasado. Ahora viven jubiladas y tranquilas en un pueblo de Borgoña.
La primera espera la llegada de su hija Valérie (Ludivine Sagnier) y de su adorado nieto. La segunda, la de su hijo Vincent (Pierre Lottin), que ha pasado un tiempo en prisión. Un guiso son setas silvestres venenosas altera los planes de las dos familias y abre una investigación por posible asesinato.
De nuevo una película sobre la culpa, ¿Qué es lo que te interesa tanto de ella?
Bueno, eso es mi educación católica, está claro. Lo que siempre me ha encantado desde niño es el hecho de que puedes cometer todos los pecados que quieras porque luego se te perdonan. También es una película sobre dos mujeres que tienen un enfoque totalmente diferente sobre la culpabilidad.
Enfoques que tienen que ver con su pasado, ¿somos todos de nuestro pasado?
No. Marie-Claude es muy consciente de su culpa, de hecho, lo plantea constantemente. Cree que, si su hijo es como es, es por culpa de ella y de su vida en el pasado, esa culpabilidad la corroe literalmente, la mata porque el cáncer que tiene es producto psicológico de esa culpabilidad. Y en el otro lado de la balanza tenemos a Michelle, que es una especie de fuerza de la naturaleza, una mujer con una vitalidad tremenda, que es muy consciente de que no le queda mucho tiempo para vivir, pero ya ha decidido aprovechar esos momentos hasta el último segundo.
¿Y tú te sientes preso de tu pasado en el cine?
No, para nada, en esto soy bastante más Michelle. No miro hacia atrás. Reconozco que estoy construido a base del pasado, pero no soy prisionero de él. Creo que, para vivir bien, debes curarte del pasado.
Las protagonistas son dos mujeres mayores, personajes que no son habituales en el cine, ello es un riesgo, ¿es también una decisión política?
Hace 20 años hice Bajo la arena, y me costó muchísimo producirla. “¿Para qué haces una película con una vieja? ¿A quién va a interesar ver a esa vieja de 50 años (Charlotte Rampling)?”, me decían. Ahora, sigo en la zona de riesgo y, sí, es una elección política hacer esta película que muestra a dos mujeres mayores en una época en que la juventud realmente lo es todo. Y mostrar a esas dos mujeres sin operar, sin cirugía, con sus arrugas, con su edad, dispuestas a mostrarse tal como son es lo que quería hacer.
En la película, a través de los personajes de los hijos, ¿querías hablar de la capacidad de perdón?
Sí. Entiendo que Valérie no pueda perdonar a su madre, pero al no perdonarla, sufre, se convierte en víctima de su propio sufrimiento. Es muy fácil decir que hay que perdonar, que hay que ser más empático, pero no es fácil hacerlo. Eso es lo malo.
La película trata temas dolorosos en algunos casos, pero también hay cierto humor, hay suspense… ¿Querías aligerar esos temas o querías jugar con distintos géneros?
Pues no lo he pensado en absoluto porque la idea primera es muy sencilla, o sea, era exactamente eso, la sencillez, rodar algo muy calmado, muy tranquilo, apacible, incluso. Y mostrar la belleza de ese paisaje, la naturaleza, ese pueblecito donde todo parece idílico, donde poder ir descubriendo cosas oscuras, sombrías, muy complejas.
Creo que tuviste un episodio en tu infancia con unas setas que te inspiró, además de la novela y la película de Sacha Guitry (Le roman d’un tricheur), ¿es así?
Sí, vi la película cuando era estudiante, en ese momento estaba en la Universidad o en la Escuela de Cine y la historia me recordó al episodio con mi tía, que había preparado una cena y envenenó a toda la familia con unas setas que ella no llegó a comer. En la película, el niño no come las setas, porque está castigado por mentir o por robar algo, y es el único que no muere. Se salva. Eso es genial.