Casi tres décadas después de su ópera prima, el actor Johnny Depp se pone detrás de las cámaras para contar la desgraciada historia de Modigliani en Modigliani, tres días en Montparnasse.
Después de los cuantiosos daños que su reputación personal y profesional sufrió en los últimos años a causa de sus problemas conyugales y su consecuente batalla judicial contra su exesposa Amber Heard, Johnny Depp se convirtió en persona non grata para los grandes estudios de Hollywood; eso no le ha impedido, sin embargo, tratar de rehabilitarse desde la periferia de la industria. “Hay cosas que pasan factura, pero por mi parte no sería sensato arrepentirme de nada de lo que me ha sucedido en la vida; soy muy afortunado”, explica el actor al respecto. “Últimamente he aprendido mucho, incluso de las cosas malas, y, sobre todo, de quienes han estado a mi lado para darme su apoyo”.
De ese intento de reinserción forma parte su nueva incursión en el ámbito de la dirección. Coproducido entre nada menos que siete países –Arabia Saudí, Gran Bretaña, Hungría, Italia, Nueva Zelanda, Kenia y EE UU–, Modigliani, tres días en Montparnasse, ofrece un retrato del pintor y escultor italiano Amedeo Modigliani, hoy famoso tanto por su talento único a la hora de pintar y esculpir figuras humanas extrañamente alargadas y elegantes como por su querencia a la mala vida. En concreto, la película imagina al artista (interpretado por Riccardo Scamarcio, La sombra de Caravaggio) a lo largo de tres convulsos días en plena Primera Guerra Mundial durante los que malvende su trabajo mientras intenta en vano ser reconocido, nutre sus adicciones junto a los también pintores malditos Maurice Utrillo y Chaim Soutine y mantiene sucesivos encuentros tanto con su marchante como con la periodista Beatrice Hastings (Antonia Desplat, hija del compositor Alexandre Despñat), con la que tiene una relación sentimental.
Y, entretanto, va combinando la actitud jovial con el tono sombrío, y una serie de florituras formales con varias conversaciones sobre el valor del arte y la importancia de dejar un legado. Modi es el primer largometraje que Depp dirige desde The Brave (1997) y, dada la mala acogida que obtuvo con esa ópera prima, es legítimo preguntarse qué fue lo que le atrajo de la historia de Modigliani lo suficiente como para decidirlo a ponerse de nuevo tras la cámara.
“Para mí, es imposible no sentir una conexión espiritual con él”, asegura el actor. “Él salió de la nada, sufrió tuberculosis de niño y fue perseguido de por vida por la enfermedad, y a pesar de ello mostró una determinación inquebrantable y un gran apetito por expresarse sin caer en convenciones ni hacer concesiones. Se mantuvo fiel a sus convicciones y siempre hizo las cosas a su manera”.
Sus palabras sugieren que Depp se considera algo parecido a un alma gemela de Modigliani a pesar de que los perfiles de ambos son muy distintos. Es cierto que, como en su día el italiano, él también ha llevado una vida llena de excesos y ha sufrido el rechazo del establishment; pero Modigliani murió a los 35 años a causa de una meningitis, tan pobre como había sido siempre, y Depp llegó a ser el actor más poderoso de Hollywood gracias a la saga Piratas del Caribe, por cuya cuarta entrega cobró 50 millones de dólares. “Hoy en día los artistas son idolatrados y el tipo de fama que obtienen se considera sinónimo de excelsitud”, añade el intérprete. “Hace un siglo, en cambio, crear arte estaba mucho menos recompensado y exigía más pasión, más ambición y mucho más compromiso. Podría decirse que era algo más puro”.
Originalmente, Modigliani, tres días en Montparnasse iba a ser un proyecto dirigido y protagonizado por Al Pacino, que finalmente participa encarnando al célebre mecenas Maurice Gangnat, presentado como uno de los muchos prohombres del mundo del arte de la época que no supieron detectar el genio de Modigliani. “Al empezó a hablarme de su idea hace mucho tiempo, mientras rodábamos juntos Donnie Brasco (1997)”, recuerda Depp. “Posteriormente, volvimos a encontrarnos alguna vez, pero no volví a saber del proyecto hasta que, mucho después, un día me llamó para proponerme que dirigiera la película. Lo primero que pensé es que estaba loco. Pero, al margen de eso, supe que no podía rechazar la oferta”.
Pese a que asegura haber disfrutado el proceso de rodar Modi, en todo caso, se muestra ambiguo acerca de la posibilidad de volver a ponerse tras la cámara en el futuro. “Después de The Brave decidí que jamás volvería a dirigir, porque es un trabajo muy complejo que conlleva demasiadas negociaciones y demasiadas matemáticas y lo cierto es que ahora vuelvo a pensar lo mismo. Pero, ¿quién sabe?”.