Marta Nieto debuta en la dirección con ‘La mitad de Ana’: «Antes de ‘Madre’ había interpretado a muchas mujeres florero»

Marta Nieto

La protagonista de Tres o Madre debuta tras la cámara con un sensible relato sobre identidades exploradas o extraviadas. La mitad de Ana habla de infancias trans, pero también y, sobre todo, ofrece nuevos ángulos a un tema tan universal como la maternidad.

Por Álex Montoya

“Con La mitad de Ana proponemos un espacio de reflexión que tiene que ver con el sosiego, con la calma, con la tranquilidad. Soy consciente de que eso no siempre conecta con la gente, acostumbrada a que la vida vaya muy rápido, rodeados de estímulos todo el tiempo. Pero forma parte de lo que yo quería contar y de la conversación que quería abrir. ¿Qué pasa si nos tomamos las cosas con serenidad? Ese es el tiempo que propone la película”, advierte Marta Nieto (Murcia, 1982) sobre el espíritu de su primer largometraje como directora.

De entrada, de La mitad de Ana llama la atención un asunto tan delicado como el de las infancias trans. Una revelación que es la poderosa espoleta para que la protagonista, una madre que se ha olvidado de ser mujer, sufra una crisis que la empuja a atreverse, de nuevo, a ser ella misma, a reencontrar su otra extraviada mitad. “Ana está fragmentada, y esa es un poco la alegoría que queremos traducir a través de lo visual. El título se refiere a todo lo que ella olvidó cuando tienes que hacer las otras cosas que implican la crianza y ser madre”, explica Nieto. “Como mujer, es fácil esconderse tras esa maternidad a ojos de todo el mundo. Y olvidarte de cosas importantes para ti, pero que aparentemente no lo son para tu hijo. Queríamos generar un espejo entre la búsqueda de la identidad de su hija y la identidad fragmentada de la madre, darse cuenta de que no puede olvidar todo lo que la fundamenta como ser humano. Porque tú no le puedes enseñar a tu hijo algo que no estás haciendo”.

La mitad de Ana se suma a nuevas miradas cinematográficas sobre la maternidad, que abordan el tema desde puntos de vista poco frecuentes o insólitos. Obedece, seguramente, a que apenas había voces de madres y/o mujeres que las explicaran…

Claro, es la suerte de poder contarnos. Cuando la mujer se pone a escribir, a relatar, a narrar la maternidad desde lo visual, pues aparecen los poliedros y las distintas experiencias. Cada madre es un mundo y es una vivencia tan intensa que te atraviesa. Es interesante vernos reflejadas de formas diferentes, porque ayudan a entendernos.

No sé si, de no ser madre, hubieras hecho La mitad de Ana… 

Claro, a mí me interesa hablar de ello porque lo transito. De algún modo, yo antepuse el bienestar de mi hijo al mío, y eso es algo que se puede aceptar socialmente, pero que no tiene mucho recorrido. Porque no puedes querer bien si primero no te quieres a ti. No puedes enseñar el amor propio si tú no lo tienes. Entonces ese viaje es, un poco, el punto de partida que me hace ponerme a escribir. Y, para hablar de identidades, a buscar el espejo de la infancia en transición. Es que es inevitable, yo creo que, al hacer una ópera prima, no tienes otro punto de partida que la experiencia propia, que la pulsión de algo que te interesa explicarte o investigarte o reflexionar…

Respecto al tema de las infancias trans, ¿pensaste en si el éxito de 20.000 especies de abejas podía beneficiar o perjudicar en algo?

Cuando empecé a escribir la historia no  existían ni la Ley Trans ni la película. La ha visto todo el mundo y ahora es un tema que ya está sobre la mesa, pero entonces no era así. Hemos ido actualizando el guion en distintas fases, porque la sociedad ha ido cambiando en relación a este asunto. Pero nos seguía pareciendo importante abordarlo. En cualquier caso, 20.000 especies de abejas ya era un lugar en el que apoyarse, un escalón. Y La mitad de Ana es otro escalón diferente que sigue hablando de ello desde otro lugar. A mí me parece fantástico, y una suerte que una película como 20.000… haya tenido tanto éxito. No se trata de dar una respuesta ante un tema tan complejo, no hay una frase que lo resuma.

En el cine, las temáticas son finitas, y al final siempre estamos ante películas que representan más o menos lo mismo: el valor está cómo lo hacen. Decía Alice Rohrwacher, que es una directora que me encanta, que a ella no le importa que le cuenten el argumento de las películas porque el arte no reside ahí, si no en cómo se cuentan, en lo que te hace sentir, en las imágenes que invitan a pensar, a reflexionar.

¿Dirigir era una pulsión que venía de lejos?

La verdad es que no. No me veía capaz. El viaje de Ana a lo largo de la película, atreviéndose a ser ella misma, a encontrar su otra mitad, a volver a pintar, es parecido al que hago yo atreviéndome a dirigir. Pero no viene de un germen mental, de una idea previa. Más bien empieza a ocurrir de forma orgánica, igual que interpretar a la protagonista. Fue la productora María Zamora quien me lo propuso. Yo he conseguido, o estoy consiguiendo, la conquista de creerme estas herramientas a través de usarlas.

No me hubiera creído capaz hace unos años. También me he entendido con los miembros del equipo. Al saber ellos más que yo en general, al tener más experiencia en sus puestos que yo, la película se ha enriquecido de sus criterios. Yo creo en el trabajo en equipo, que es de las cosas más valiosas del cine.

Pregunta para la directora: ¿Qué tipo de actriz es Marta Nieto?

¡Uy! [risas] Yo creo que lo tiene que tener todo muy claro, porque es mental. Pero luego es un volcán, y si le tocas la   tecla apropiada… explota. Eso me pasa mucho: que parece que no estoy, y de  repente hago pam… ¡y estoy!

Tengo la impresión de que te costó encontrar tu lugar como actriz.

Sí, puede ser. Tengo la sensación de que, no sé, los primeros 10 o 12 años de mi carrera coinciden con que no era madre. Hice mucha tele, y personajes… es que se representaba la feminidad desde otro lugar. Y recuerdo haber interpretado a mujeres florero, prácticamente.

Era lo que me llegaba, por el perfil que tenía o no sé. Y cuando de repente me ofrecen un papel como el de Madre, con esa profundidad, y preparada para hacerlo, y de repente tiene repercusión, a mí me coloca en otro lugar. Y empiezo a ser más consciente de que ahí es donde quiero estar. Con ganas de encarnar esas complejidades, esos universos femeninos. Y eso también tiene que ver con ponerme a escribir y a dirigir.

Porque el feminismo a mí me llega pues más o menos a esta edad, cuando se empieza a hablar de ello en los espacios, y estoy deseando que mujeres escriban y haya más papeles interesantes. Y pienso: “Bueno, pues si quieres que pase, haz que pase”. Entonces, todo tiene un porqué, todo tiene un sentido.

Se cumplen 20 años de tus inicios como actriz. ¿Eres de las que mira atrás y hace balance?

No tengo mucha perspectiva, no miro mucho atrás. Pero sí que cada año nuevo me planteo metas nuevas, porque me gusta mucho retarme. Entonces, eso sí que lo hago muy consciente. Pero es verdad que si pienso en esos 20 años… me da un poco de vértigo [risas].

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Fotos: Víctor J Blanco-Getty Images

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