Tras 17 minutos de ovación histórica en Venecia y ganar el León de Oro, Pedro Almodóvar estrena La habitación de al lado, una reflexión muy política sobre el derecho a la eutanasia, un drama contenido y muy humano protagonizado por Tilda Swinton y Julianne Moore. Con ellos nos reunimos en el festival italiano.
Por Nando Salvá
Es evidente que a Pedro Almodóvar le quedan muchas películas por hacer, y todo apunta a que aún tiene muchos años por delante para hacerlas. Y, sin embargo, sus últimos largometrajes hasta la fecha revelan una preocupación por la muerte mucho más explícita que la manifestada con anterioridad a través de su cine. En Dolor y gloria (2019), el manchego habló de un cineasta que, a causa de un bloqueo creativo, no encuentra motivos para seguir viviendo –el personaje se llama Salvador, pero bien podría llamarse Pedro–, y en Madres paralelas (2021) desenterró los huesos de los cadáveres de la Guerra Civil. En su nuevo trabajo, La habitación de al lado, agarra a la muerte por los cuernos y la mira a los ojos como pocos cineastas se han atrevido a hacerlo.
“Me cuesta entender que algo vivo tenga que dejar de estarlo, y sé que, en ese sentido, soy como un niño, muy inmaduro”, reconoce el director. “La muerte nos rodea permanentemente, la vemos cada día en las noticias, pero sigo sin hacerme a la idea de ella”. La nueva película, en cualquier caso, no deja en evidencia ni un ápice de ese miedo; muy al contrario, refleja energía creativa, voluntad de riesgo y, dicho de otro modo, mucha vitalidad.
Se trata, después de todo, del primer largometraje que Almodóvar ha rodado íntegramente en inglés. “Me he demostrado que puedo rodar una película en inglés o, al menos, que puedo hacerlo junto con dos actrices tan magníficas como Tilda Swinton y Julianne Moore, pero eso no significa que a partir de ahora sólo vaya a rodar películas en inglés todo el tiempo”, explica el director que, a modo de ensayo, ya rodó en ese idioma los cortos La voz humana (2021) –su primera colaboración con Swinton– y Extraña forma de vida (2023). “En realidad, llevaba muchos años intentándolo. En su día, después de leer El silencio de los corderos, intenté comprar los derechos de su adaptación cinematográfica, pero ya habían sido vendidos, y luego volvió a pasarme lo mismo después de leer Las horas. No quería lanzarme a dar el paso a menos que sintiera el reclamo necesario para hacerlo, y finalmente lo encontré en las páginas del libro de Sigrid”, añade en referencia a Cuál es tu tormento (2020), el libro de la autora estadounidense Sigrid Nunez en el que La habitación de al lado se inspira para contar una historia que se resume así: dos viejas amigas se reencuentran tras muchos años sin saber la una de la otra; Martha (Swinton) afronta un cáncer cervical terminal, y le pide a Ingrid (Moore), que la acompañe en su tránsito a través de sus últimos días.
A partir de esa base argumental, La habitación de al lado habla de asuntos como la amistad y las complejas relaciones entre madres e hijas, pero, sobre todo, lo hace del contraste entre dos formas muy distintas de relacionarse con nuestra propia finitud, el miedo frente a la aceptación, y de las valiosas lecciones que la vida nos da incluso cuando se nos escurre entre las manos. “Mientras hacía la película sentí que mi actitud frente a la muerte cambiaba, que me iba acostumbrando a su existencia, pero hace poco sucedió algo que lo cambió todo”, nos confiesa Almodóvar. “Mi gato, con quien había vivido durante 14 años, murió a causa del cáncer; sucedió de forma muy rápida y vertiginosa, y me causó más dolor insoportable del que pensé que se podía sentir por una pérdida como esa. Y, de repente, mis temores volvieron”.
CONTENCIÓN PREMIADA
Considerando su agenda temática, puede resultar llamativa la decisión con la que La habitación de al lado huye del melodramatismo y la teatralidad con los que el cine del manchego ha sido asociado buen parte de su carrera, y de los que sus películas más recientes han venido desvinculándose. “Esa contención dramática ha sido una decisión consciente por mi parte”, explica él al respecto. “Es cierto que el tema tratado por la película se presta al sentimentalismo y hasta a la cursilería, y me he esforzado por no caer en eso. Además, el cine que rodé en los 80 y los 90 ya fue suficientemente excesivo en todos los sentidos, ya me desfogué y fui explícito y ordinario, le pesara a quien le pesara. Desde que rodé Julieta (2016), el cuerpo me pide contar mis historias de otra forma”.
Esa falta de sensiblería concuerda a la perfección con la que Martha exhibe mientras se prepara para decir adiós; es una mujer que sigue amando la vida, pero que ha decidido que quiere morir en sus propios términos. “Esta es una película a favor de la eutanasia”, declara Almodóvar acerca de ello.
“Despedirse de este mundo limpia y dignamente es un derecho fundamental de todo ser humano, no es un asunto político sino humano; y, por tanto, la eutanasia debería estar regulada en todas partes”. No es el único asunto acerca del que La habitación de al lado se muestra reivindicativa; varias de sus escenas incluyen diálogos que comparan nuestra actitud frente a la muerte de un individuo con nuestro rechazo a afrontar la muerte inminente del planeta y, en ese sentido, invita a ser entendida como una crítica a quienes niegan el cambio climático. “Nuestro mundo está en peligro y debemos dejar de pretender que esa amenaza no existe”, sentencia el director. “Es urgente que hagamos algo al respecto”.
A tenor de todo lo dicho, es fácil dar por supuesto que La habitación de al lado es el tipo de película de la que uno sale tentado de volarse inmediatamente la tapa de los sesos. Sin embargo, a pesar de lo que cuenta se las arregla para ser un canto a la vida, y probablemente es en buena medida gracias a eso que logró poner de acuerdo a todos los miembros del jurado que hace unas semanas acabó otorgándole el León de Oro en la pasada Mostra de Venecia, y borrándolo así de la lista de los mejores cineastas vivos que jamás han ganado el primer premio de ninguno de los tres principales festivales de cine del mundo. “La verdad es que cuando realmente necesitaba premios fue en 1981 y 1982; me habrían salvado la vida y, al final, tuve que salvármela yo”, comenta él. “No soñaba con el León de Oro, pero ahora que lo tengo me he vuelto adicto. A partir de ahora no podría vivir sin él”.