Crítica ‘La buena letra’: Conmovedor homenaje a las que cuidan

La buena letra

★★★★

La directora sevillana Celia Rico conocía la obra de Rafael Chirbes, aunque no había leído La buena letra, la novela corta que el productor Fernando Bovaira le mandó (como, por cierto, hizo también acertadamente con Pilar Palomero y Los destellos) esperando que viera en ella una traslación a la pantalla.

Y aunque “no es lo mismo leer a Chirbes que leer a Chirbes sabiendo que lo vas a adaptar”, la cineasta de Viaje al cuarto de una madre o Los pequeños amores encontró en ese relato en primera persona muchos de los temas que le interesan y ha plasmado en sus anteriores películas. En primer lugar, la mujer protagonista, pero, además, esa mujer pilar de la familia, que sostiene y en la que se apoyan, esa mujer sacrificada, esa mujer dedicada a los cuidados porque es el rol tan asignado que casi parece innato. Los cuidados en el centro. Y la ternura también, aunque no sean nunca esos cariños de grandes gestos, sino de detalles, de constancia, de cocinar a fuego lento.

Así es Ana (maravillosa Loreto Mauleón, pareciendo que no hace nada y lo hace todo), una mujer en un pueblo valenciano en la posguerra, intentando sobrevivir, vive con su hija, su marido (Roger Casajamor) y su suegra, en esa humilde casa con el escueto sueldo del marido y los arreglos de modista que ella puede sacar más los milagros que hace en la cocina pelando y repelando una naranja. Ahí también vive el cuñado, el hermano de él (Enric Auquer), que tiene otras inquietudes, lee, escribe, sueña… Se va, de hecho, y vuelve casado con una mujer (Ana Rujas) tan soñadora y alegre como él.

Entre Ana y su cuñado hay dos mundos, son las dos formas que tiene el ser humano de reaccionar ante una crisis. Porque, en parte, de eso habla La buena letra. Una historia atravesada por la clase social, pero también por el orgullo de esa clase social, por la política que separó a un país y lo mantuvo dividido hasta dentro de los mismos hogares. Los que siempre quisieron más y les pareció muy mal tener menos, los que sufrieron que estos primeros les pisaran para alcanzarlo contentándose con los buenos momentos de felicidad.

Una cuida, aguanta, apechuga, cose sin parar hasta dejarse la vista y por las noches aún se esfuerza en leer y escribir. Saca de una sola naranja varias comidas para todos. Es la economía de supervivencia y del silencio, del aguantar. Y a pesar de todo, es una mujer que no juzga a los que se van a la primera de cambio, ni arriman nunca el hombro.

La buena letra, de Celia Rico, habla del sacrificio silencioso y silenciado de estas mujeres que duele y duele tanto porque es la historia de muchas abuelas, madres, bisabuelas. Es la historia que hemos visto, oído. Y la interpretación en todos esos pequeños gestos de sus actores (en estado absoluto de gracia, destacando, por supuesto, a una inmensa Loreto Mauleón), del cine de miradas y sutileza de esta directora que se consagra aquí, es un conmovedor recuerdo y homenaje a todas ellas.

© REPRODUCCIÓN RESERVADA