Crítica ‘Wallace y Gromit: La venganza se sirve con plumas’: La belleza de hacer las cosas con las manos

Hoy, viernes 3 de enero, aterriza en Netflix 'Wallace y Gromit: La venganza se sirve con plumas', lo nuevo del estudio de animación Aardman.

★★★★

Secuela directa de Los pantalones equivocados, cortometraje que en 1993 le valió el Oscar a Aardman, La venganza se sirve con plumas es el regreso más triunfal que cabía imaginar de Wallace y Gromit, los dos personajes más queridos de la compañía de animación inglesa. Tras recuperar las pasadas navidades a los entrañables gallos y gallinas de Chicken Run (2000) en una secuela de irregulares resultados, el estudio británico de claymation (animación con plastilina) alcanza de nuevo la excelencia en este, su décimo largometraje, un canto a la belleza de hacer las cosas con las manos y a la imperante urgencia de impedir que las inteligencias artificiales acaben por idiotizarnos del todo (alegato que, si se piensa, cobra todavía más sentido en manos de una productora de animación manufacturada como esta). Con un excelente diseño de producción, unos gags visuales milimétrica y muy inteligentemente diseñados (en este sentido, la película es un delicioso slapstick) y un brillante trabajo de storyboard que juega a parodiar la narrativa visual de géneros como el noir o el terror, La venganza se sirve con plumas tiene quizá el principal de sus aciertos en el diseño de su villano, el tan (a simple vista) adorable como infame pingüino Feathers Mcgraw, quien es presentado aquí como un megalómano “malo malísimo” en la línea de Ernst Stavro Blofeld, el siniestro líder de SPECTRE en el universo 007, personaje de Bond que cuenta con una divertida referencia directa en la película. Como colofón, una excelente persecución en barco que es pura imaginería visual. Larga vida a Aardman.

También puede interesarte:

© REPRODUCCIÓN RESERVADA