La nueva película de Paolo Sorrentino sigue el largo viaje de la vida de Parthenope, la huidiza y magnética protagonista de esta epopeya femenina que se debate entre el amor y la sexualidad, los encuentros felices y el sufrimiento. Y entre los misterios de una envolvente y mitológica Nápoles. La debutante Celleste Dalla Porta personifica ‘la gran belleza’ de la última película del italiano.
Por Boris Sollazzo
Ella es la elegida por Sorrentino para encarnar a esta mujer idílica e idealizada. Una belleza casi irreal en pantalla. “Y en parte lo es, yo no soy así, Parthenope es la suma de la imaginación de Paolo y del trabajo de todos los actores que la hicieron posible”, dice la actriz aun mirando con ojos escépticos la atención que está recibiendo desde el estreno del filme en el pasado Festival de Cannes.
Sería como la Eva Green de los jóvenes ‘soñadores’ napolitanos. A sus 26 años, esta milanesa debuta como actriz en una de las películas más bonitas y personales del director de La gran belleza. Y lo hace con una sencillez irresistible. La misma con la que se planta ante un presente y futuro que aún no sabe cómo enfrentar o digerir.
Según la mitología griega, Parténope era una bella sirena que, derrotada tras no poder enamorar a Odiseo, se lanzó al mar y pereció en la playa al sur de Italia. Para honrarla, en ese lugar, se construyó un templo y a partir de él, creció la bella Nápoles. “Capodimonte sería su cabeza, Posillipo donde descansa su cola”. A partir de esta leyenda, Sorrentino compone su canto a la belleza. Su Parthenope, interpretada por Celeste Dalla Porta, también nace en la costa napolitana. A la mirada divertida, un poco perdida y dulce de la actriz, le añade calidez su fecha de nacimiento, el 24 de diciembre (que en la ciudad que encarna en la película del oscarizado cineasta es un día clave), y Milán como lugar de nacimiento.
Empiezas con Parthenope, de Paolo Sorrentino. Es como si el primer partido de un futbolista fuera la final de un Mundial. Precioso, ¿pero da miedo?
Sí, ha sido mi primer trabajo y me impactó mucho. Fue algo inesperado que le ha dado un vuelco a mi vida y me ha obligado a ir a tope. Pero no olvido que también tuve mucha suerte. Porque en estos casos puedes tener talento, pasión, pero se trata, sobre todo, de suerte. Aún recuerdo ese 2 de septiembre de 2022, cuando mi agente me dijo: “El 16 tienes una entrevista con Paolo Sorrentino, están buscando una actriz protagonista”. Tenía el corazón en un puño, me puse a estudiar como una loca, aunque me tranquilizó el hecho de ser una entre tantas. Y tal vez esa incertidumbre hizo que no me diera cuenta de la inmensidad del reto.
Después de mucho tiempo, llegó el momento de la elección, que fue como un parto. Hubo dificultades, como mi carácter milanés, pero creo que apreció el rigor y la tenacidad que puse en leer y aprender su guion. Nunca había estudiado tanto en mi vida.
Cuando leíste las primeras escenas, ¿pensaste en seguida que el papel tenía que ser tuyo?
No, pensé: “Este es el sueño de mi vida” Un personaje así, a mi edad, dirigido por uno de mis cineastas favoritos, era algo impensable. Tengo algo de Parthenope, pero también ciertas facetas que están muy alejadas, como si pudieran impedirme aceptar el papel. Pero es como si hubiera sido otra persona durante un año, como si mi mente se hubiera trasladado a otro lugar donde me hubiera dedicado con devoción a este personaje. Y ha estado muy bien.
¿Cómo fue el primer encuentro con Paolo Sorrentino?
Increíble. Porque descubrí a un hombre de una humildad enorme, que me permitió hablar su idioma. Yo estaba muy seria, tenía ansiedad y sudaba. Él estaba tranquilo, espontáneo, cordial y tenía curiosidad por conocerme. Tengo la imagen de que es una persona simpática, un poco profesor, porque no vamos a negarlo, pero, si fuese necesario, acabaría siendo un buen compañero. Así descubrí que también es un gran actor, aunque le hayamos visto muy poco en escena, y esto, en mi opinión, hace que sea muy bueno con sus actores.
¿Y cómo fue la experiencia durante el rodaje?
Recuerdo que Paolo estaba muy concentrado, decía las pocas palabras que necesitaba para hacerte entender lo que quería, como si viviera dentro de su propio flujo artístico, en una visión constante que transmitía y compartía con todo el reparto y el equipo. Todos estábamos dentro de ese proceso creativo y visionario. Y conmigo hizo algo especial, en un plató donde había grandes actores con tanta experiencia, me trató como a una más, no como a una principiante. Y me puse en sus manos, me guio en todo, especialmente dentro de su mirada, dentro de esta joven. Creo que para él fue muy agotador, porque tuve que aprenderlo todo desde cero. Para mí también lo fue, por la responsabilidad que sentía y el miedo a decepcionarle a él y a mí misma. Pero, al final, me doy cuenta de que, gracias a él, ha sido un viaje precioso. Es un verdadero maestro, su ser va mucho más allá de la cultura del cine. Y eso ayuda, te hace crecer en todos los sentidos.
Para sus dos películas más personales, Paolo Sorrentino eligió a dos debutantes, Filippo Scotti para Fue la mano de Dios y tú para Parthenope.
Para esas dos películas escribió papeles que requerían intérpretes jóvenes, como si quisiera devolver algo a ese arte al que tanto dio y que le ha regalado una carrera maravillosa. Creo que después de La gran belleza empezó otra vida creativa y artística en la que apostó por jóvenes talentos, aprovechando la confianza que el público y los productores tienen en él, gracias a los premios y éxitos cosechados. Dicho esto, no seré yo quien diga qué sabe hacer con grandes actores. Su fuerza y su talento residen en detallar las obras de arte de las escenas de Luisa Ranieri o en trabajar con Stefania Sandrelli o Isabella Ferrari. Y también en guiarnos a Daniele, a Dario y a mí en la construcción de la empatía necesaria para la película. Nos animaba a salir, a estar juntos, a encontrar en nosotros lo que debíamos mostrar en la película.
De la gente que conociste durante el rodaje, ¿con quién te quedas?
Sin desmerecer a nadie, me quedo con Gary Oldman. Es humilde, comprensivo y sabe meterse en el personaje de forma milagrosa. También me lo pasé muy bien con Silvio Orlando y fue muy importante para mí en los ámbitos humano y artístico. Ayudó que fuera el profesor de Parthenope, porque es un profesor y un maestro para nosotros los actores. Este paralelismo hizo que todo resultara más natural.
¿Le temes al futuro? Los que empiezan con Sorrentino corren el riesgo de que lo mejor ya haya llegado.
A veces, sí. Siento miedo y estoy desorientada por no saber gestionar el posible éxito y el trabajo de protagonista que llega al público. Por otra parte, estoy demasiado agradecida y asombrada por lo vivido, aprendido y compartido con grandes actores con los que sigo contando, como para recorrer este hermoso camino que se me ha permitido recorrer junto a ellos. Estoy confusa y feliz. Y un poco inconsciente. Espero que todo vaya bien.
¿Qué ha cambiado Parthenope en Celeste Dalla Porta?
Muchas cosas. Para mí es un modelo de mujer. Me enseñó a ser más independiente emocionalmente, a buscar la libertad, a no dejarme llevar por el juicio de los demás. Como Nápoles, que no juzga, pero tampoco quiere ser juzgada. Me dio una gran fuerza interior, como si ponerme en su piel me preparara para algo. En el plano profesional, me enseñó la responsabilidad asociada a mi trabajo, a aprovechar las oportunidades trabajando sin descanso para merecerlas.
Aparqué a la Celeste de hace dos años, esa que estaba poco preparada en muchos aspectos, tanto en la vida como actriz, para encontrarme con otra, que creo que es más fuerte.
¿Lo suficientemente fuerte como para soportar que todo el mundo se enamore de ti?
Eso no me asusta. Parthenope es guapísima, disfruta de la mirada y el guion de Paolo Sorrentino, de la majestuosa fotografía de Daria D’Antonio, del vestuario de Carlo Poggioli, del maquillaje de Paola Gattabrusi y de todo su equipo. Y Parthenope, incluso físicamente, no es Celeste, es irrepetible con su encanto y su sensualidad. Parthenope somos todos los que hemos trabajado en la película.
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