Tras Beekeeper: El protector, el director David Ayer y la estrella de acción Jason Statham se reencuentran en A Working Man, a partir de un guion escrito por… ¡Sylvester Stallone!
Por Gabriele Niola
El día que alguien le proponga a Jason Statham hacer una comedia romántica, será el fin de Hollywood. Hasta entonces, seguirá vengándose de las injusticias sufridas en su propia piel, de los compañeros asesinados, de los familiares raptados o, como en A Working Man, de la hija secuestrada del jefe. La idea está sacada de Levon’s Trade, novela del escritor Chuck Dixon que durante años trabajó en los cómics de Batman, y de Sylvester Stallone, que en los 90 fue uno de los intérpretes más fieles de este tipo de películas en las que un hombre con un pasado violento es llamado de nuevo a la acción para resolver un asunto personal. El propio Stallone escribió un guion inicial a partir de esa historia que luego, como productor, propuso a Statham y a David Ayer después de que ambos colaboraran con éxito en Beekeeper: El protector. David Ayer procede del cine de acción, pero con una mirada más de autor.
Creador del guion de Training Day (2017), como director, ha firmado películas memorables como Dueños de la calle (2008), Sin tregua (2012) y Corazones de acero (2014); y otras no tanto como Escuadrón suicida (2016) y Bright (2017). Pero trabajar con Jason Statham, dice, es diferente. “Hay dos cosas que debes saber sobre trabajar con él. Una, que lo sabe todo sobre cine de acción y combate. Tiene un conocimiento enciclopédico de cualquier golpe que se haya dado en cualquier película de la historia, en cualquier país. Conoce todos los estilos y técnicas, pero también quiere hacer algo nuevo y diferente cada vez. Y dos, también es doble, así que hace sus propias escenas de acción. Esto significa que no hay que preocuparse de que su cara aparezca en las escenas de riesgo, porque realmente es él”.
¿Cómo comienza la preparación de esta película? Sylvester Stallone te llama un día para ofrecerte el proyecto, ¿así de fácil?
Más o menos. Me envió el guion, que podía retocar, porque también soy guionista. Era un clásico, la historia de un hombre normal y corriente que, a pesar de sus reticencias, se ve obligado a volver a la acción y desempolvar su pasado violento para ayudar a la gente que quiere. Es un tipo de historia que, si se hace bien, no puede salir mal, siempre funciona. La adaptación de Sly era muy buen punto de partida.
¿Así que no colaborasteis, sino que trabajasteis en lo mismo en distintos momentos?
Sí. Y menos mal, porque es un guionista increíble, una leyenda de Hollywood. Me habría intimidado tenerlo vigilándome. Hice mis cambios, añadí mis cosas y se lo devolví. Le gustó y nos pusimos en marcha.
¿Y qué te intrigó exactamente del guion para animarte a dirigirlo?
Fue la parte de la chica, que es un poco diferente a lo que se suele ver. Vi la posibilidad de cambiar la forma de contar el estereotipo de la chica secuestrada que se ve arrastrada al submundo criminal. No quería que fuera la típica víctima. Quería que fuera una luchadora, que respondiera, que fuera tan valiente como un prisionero de guerra, un ejemplo a seguir. Y eso no se ve todos los días. Al tener ese tipo de relación con el personaje de Jason Statham, está claro que va a salvarla, pero, como vemos en la película, ella también pone mucho de su parte para que eso ocurra. Me gustó la idea de incorporar a esta estructura clásica la idea de que cualquiera puede luchar y convertir a la protagonista en un ejemplo de resistencia, mostrando así como en una situación horrible uno puede encontrar la fuerza dentro de sí mismo. Sin aflojar y, a lo mejor, ¡hasta divirtiéndose un poco!
Y, por supuesto, esta también es una película de Jason Statham, casi un subgénero del cine de acción en sí mismo. ¿Qué cambia cuando él es el centro de la historia?
Su presencia. Soy director y me fijo en eso. Hay algo en su cara que hace que la cámara le adore. Además, actúa como un libro abierto, tiene una calidez única y, a su manera, cierta inocencia. Es creíble, podría ser tu padre, un tío o un amigo. También hay momentos muy sentimentales que no encajarían en una película de Statham. Usted dice que es un subgénero por derecho propio, yo digo que es un género por derecho propio. Si es el protagonista, uno sabe exactamente lo que va a ver.
¿A Working Man ha sido un trabajo más fácil que Beekeeper porque ya os conocíais?
No creo que nadie que no trabaje en estas películas pueda imaginarse lo largo y complicado que es el proceso. La grabación de las peleas se programa al principio de todo. Primero se deciden las posiciones, luego se hace una toma de prueba, después la coreografía, luego se filma en el plató y, por último, está el montaje, donde se examinan todas las formas posibles de montarlo. A pesar de ser un proceso muy meticuloso, no me preguntes por qué, pero por mucho empeño que hayas puesto, cuando estás en el plató y ves la escena siempre hay algo que cambiar, ajustar o mejorar.
Además, soy el operador, es decir, tengo la cámara en las manos y ruedo. Y así, mirando a través del objetivo, sé que a veces se puede cambiar por completo la sensación ligada a un momento simplemente modificando el encuadre.
No todo el mundo habla de este tipo de películas como un clásico del cine americano ni dice eso de “si se hacen bien, no pueden salir mal”. ¿Cuál es el secreto para hacerlo bien?
El personaje es la clave. Así se consigue que todo sea creíble y, en cierto modo, real. Luego hay que divertirse, especialmente con los malos, nos gusta odiarlos. Tienes que asegurarte en todo momento de que estás entreteniendo al público, sacar la película adelante y hacer que actúe.
¿Qué ha aprendido con Statham que le sea útil para películas más personales?
Desde que hago películas palomiteras, he aprendido mucho sobre el ritmo, el tono y la forma de contar una historia. Hacer una película de acción entretenida me ha enseñado a trabajar los momentos dramáticos para darles mayor verosimilitud. Pero aún me queda mucho por aprender.