En Dahomey, Oso de Oro de la última Berlinale, la directora francesa de origen senegalés, Mati Diop, documenta la mayor repatriación de arte africano robado por las colonias.
Por Nando Salvá
¿Qué le pasaría por la cabeza a un monarca exiliado de su país durante más de un siglo? ¿Y si ese monarca hubiera tomado la forma de una estatua de madera embalada y etiquetada para su transporte desde Francia hasta el oeste de África? “Tengo miedo de no ser reconocido con nadie, y de no reconocer nada”, se lamenta desde las profundidades de la historia la escultura de Béhanzin, que fue rey en el continente negro a finales del siglo XIX; sucede al principio del nuevo documental de la francesa de origen senegalés Mati Diop, Dahomey, del que es coprotagonista y narradora intermitente. A la vez debate político, poema visual y sonoro y cine de fantasmas, la más reciente ganadora del Oso de Oro a la Mejor Película observa el proceso que se inició en noviembre de 2021 con la repatriación de 26 obras de arte procedentes del reino de Dahomey, hoy Benín, parte de las más de 7.000 que 130 años atrás habían sido robadas por los invasores franceses.
Se trata de la repatriación de obras de arte más importante hasta la fecha de una antigua potencia colonial a un país africano, y Diop decidió ser testigo de ella con el fin de, nos explica, rendir homenaje a “los hombres y mujeres deportados a causa del comercio de esclavos, los que hoy componen la diáspora africana en Europa y los habitantes actuales de Benín”. La cineasta viajó con las dos docenas de objetos desde las galerías del museo Quai Branly de París al palacio presidencial beninés, donde 200.000 visitantes tuvieron ocasión de admirarlos durante sólo unos meses.
Además de documentar ese proceso, la película contempla una discusión estudiantil en la universidad de Abomey-Calavi cuyos participantes, por ejemplo, expresan su frustración por el escaso número de obras restituidas, o se preguntan si tiene sentido hablar de arte cuando las consecuencias más tangibles del colonialismo, como el hambre y la pobreza, son sufridas a diario por sus conciudadanos. “Me sentí inmediatamente identificada con esos tesoros, porque el estigma de la colonización es algo que, a mi manera, yo también he experimentado y sigo experimentando”, confiesa
Diop, que, en su primer largometraje, Atlantique (2019), ya examinó las secuelas de la ocupación europea de África. “Francia sigue siendo colonialista en virtud tanto de sus prácticas como de su mentalidad”, lamenta asimismo la directora. “Y espero que después de estas restituciones se produzcan muchas más, porque gracias a ellas puede abrirse la posibilidad de construir nuevas sociedades africanas, dotadas de su propia voz y su propia identidad”.