Isabelle Huppert y el coreano Hong Sang-soo siguen estrechando su relación artística en la que es su tercera película juntos, La viajera.
De seguir así, la que Isabelle Huppert mantiene con Hong Sang-soo va camino de convertirse en una relación artística entre actriz y director tan fascinante como la que Anna Karina cultivó en su día con Jean-Luc Godard.
Primero trabajaron juntos en En otro país (2012), luego lo hicieron en La cámara de Claire (2017) y ahora llega a España su nueva colaboración, La viajera.
Dado que Huppert a menudo es identificada con personajes y directores que dan sentido a la palabra “control”, es de suponer que el estilo espontáneo del coreano resulta liberador para ella. “Me permite ser lo que no soy en mis películas francesas, más laxa, jovial y naíf”, confirma la actriz.
¿DE QUÉ VA ‘LA VIAJERA’, CON ISABELLE HUPPERT?
En La viajera, da vida a una turista errante llamada Iris que financia su estancia en Seúl dando clases de francés y de piano a pesar de que carece por completo de experiencia como docente. La mujer desconcierta a sus alumnos a causa tanto de sus nada ortodoxos métodos de enseñanza como del amor inquebrantable que profesa hacia el makgeolli, un lechoso vino de arroz cuyo consumo suele generar conflictos entre los personajes del cine de Hong, pero que a ella le proporciona sobre todo placidez.
“Creo que Iris está a medio camino entre un hada de cuento y una bruja, que entra en las vidas y las mentes de las personas y juguetea con ellas”, explica Huppert. “También tiene algo de terapeuta: les ayuda y, de paso, se queda con su dinero”.
EL CINE DE HONG SANGO-SOO
Hong, que ha dirigido 33 largometrajes en 28 años, tiene un método de trabajo muy específico: a la hora de rodar La viajera, no dio a Huppert ni al resto de su reparto un guion ni instrucciones específicas sobre la historia que iban a contar ni sobre sus respectivos personajes; cada mañana recibían los diálogos de las escenas que iban a rodar ese mismo día y nada más; el equipo de filmación se compuso exclusivamente del director –que “operaba él mismo una cámara diminuta”, recuerda la actriz–, su asistente y los actores.
“La película se rodó en 13 días, y eso la convierte en una superproducción si se compara con los nueve días que duró la filmación de En otro país o con los seis que tardamos en rodar La cámara de Claire”, añade la francesa.
“Me encanta trabajar de esta manera, y me ayuda a reflexionar sobre el significado de nuestro medio artístico. Me recuerda que las películas pueden ser gigantescas y también minúsculas, y que es posible hacer visible toda la magia y la magnitud del cine trabajando en solitario. Es fascinante”.