Carolina Yuste irrumpió en nuestras vidas con Carmen y Lola, y dejó huella. Medio cine español se rifa su talento. Hablamos con ella de su experiencia en Saben aquell, de los ‘Davids’, de jerarquías de poder y de prejuicios racistas.
Por Álex Montoya
De la noche a la mañana, Eugenio Jofra se convirtió en uno de los humoristas más famosos de España. Y, quizás no con la misma magnitud, pero sí con idéntica velocidad, Carolina Yuste (Badajoz, 1991) vivió un proceso similar tras el inesperado éxito de Carmen y Lola (2018).
El Goya a Mejor Actriz de Reparto y la repercusión de la ópera prima de Arantxa Echevarria pusieron a Yuste en las agendas de medio cine español.
En poco tiempo, ha paseado su talento y naturalidad, en roles de mayor o menor dimensión, en Hasta el cielo (Daniel Calparsoro, 2020), El Cover (Secun de la Rosa, 2021), Chavalas (Carol Rodríguez Colás, 2021), Sevillanas en Brooklyn (Vicente Villanueva, 2021) o Girasoles silvestres (Jaime Rosales, 2022). Y en series como Brigada Costa del Sol (2019), Dime quién soy (2020-21), Sin huellas (2023) o Cites Barcelona (2023).
Ahora, en Saben aquell, la actriz, que aprendió un casi perfecto catalán para el filme, encarna a Conchita Alcaide, la primera esposa de Eugenio. Una presencia fundamental para entender la llegada a los escenarios del artista y su arrolladora personalidad. Y antes la veremos en Chinas, tercera colaboración con Arantxa Echevarria [ver pág. 58], después de La familia perfecta (2021).
Conchita es el contrapunto de Eugenio. Una mujer que domina la escena desde el silencio y la mirada. ¿Cuál fue tu aproximación al personaje?
Creo que cuando interpretas un personaje real no hay mucho que hacer. Quiero decir, teníamos imágenes, la he visto cantar. Pero David Trueba insistía en que no quería una imitación. Intenté encontrarla a través de su herida íntima, y de su gran motor, el amor. El que sentía por su familia y por la música: de hecho, Conchita se apartó profesionalmente para impulsar la carrera de Eugenio, para que él llegara a ser quién fue. Y eso supone muchas renuncias. Siempre intento abrirme en canal y ser honesta con el personaje, y poner ahí el corazón, la ternura, la ira, el enfado, y transitar todo eso.
¿Qué tipo de director has encontrado en David Trueba?
Le admiraba por todo, por sus libros, su cine, sus entrevistas. Ha generado un espacio de rodaje normal, algo que en realidad es excepcional. Terminábamos el curro y nos íbamos a charlar o a cenar. Cero jerarquías; y luego creo que tiene una mirada muy tierna hacia las cosas. Eso me gusta porque también la tengo. Amo a David, le amo. Muchas veces, en esta profesión hay que tener mucho ojo con los egos, el poder, y, cuando no te los encuentras, la calma es brutal.
¿Y qué tipo de partenaire ha sido David Verdaguer?
Es genial, un tío absolutamente generoso en el set, y eso es precioso porque no se esconde tras ninguna máscara. Ni como persona ni como actor.
También muestra sus neurosis, porque las tiene, y sus miedos e inseguridades. ¡Es que menuda papeleta tenía! Hacer de Eugenio, alguien al que conoce todo pichirri. Un reto muy difícil, porque te
pone una espada de Damocles encima. Y lo ha hecho increíble.
Como le pasó a Eugenio, tu vida también cambió de la noche a la mañana.
Cambió el espacio que de repente ocupaba en la mirada del otro. Estoy agradecidísima. Si dijera lo contrario sería imbécil. Tengo muchos colegas sin curro, o en situación precaria, y yo hago lo que me gusta. Lo difícil, el trabajo que no hay que abandonar, es escucharte todo el rato: identificar qué quieres, abrir los ojos al mundo, no encerrarte en tu ombligo.
Mi situación es privilegiada, ahora mismo puedo elegir mis trabajos, y el mes que viene podré
pagar el alquiler. Entonces, prefiero proyectos artísticos que sumen, que me remuevan emocionalmente. Pero me parece igual de lícito que haya compañeros con otras prioridades.
Una de tus peleas es huir de los encasillamientos.
Por ahora la cosa va bien. Pero es verdad que estamos en una sociedad clasista llena de prejuicios, y la industria no está exenta de ellos. Por mi apariencia se han dado por hechas ciertas cosas, y siempre pongo el ejemplo de un casting en el que me dijeron que yo no daba para un papel
de princesa de la corte. Pero después, de esa misma serie, me llamaron para hacer
de reina árabe. ¡Amigo, háztelo mirar! Seguimos siendo racistas y clasistas.
Pronto te veremos en Chinas. A Arantxa Echevarria no le dirás nunca que no…
Chinas es de esas pelis que suma, que ayuda a un cambio en la mirada hacia esa comunidad china que ignoramos sistemáticamente. Un guion con conciencia de clase, que habla de integración, de la importancia de la educación pública, de un montón de cosas fascinantes.
Y, claro, con Arantxa voy a dónde ella quiera, tenemos un pacto de señoras [risas].
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