La serie Palomas Negras se ha convertido en un éxito inmediato de Netflix, colocándose en el primer puesto de lo más visto en España desde su estreno. La serie consta, por el momento, de una temporada de seis episodios. Protagonizada por Keira Knightley, sigue a una espía que lleva una doble vida como la esposa de un político, y que acude a un viejo amigo para descubrir la verdad sobre el asesinato de sus amante y vengarse. Pues bien, la trama se sirve de algunos elementos de un auténtico escándalo real que sacudió a la policía británica.
Palomas negras pone el foco en una historia de operaciones encubiertas que conmocionó al país. Todo comenzó en 2014, cuando se informó públicamente de que se habían localizado mas de un centenar de agentes infiltrados en las altas esferas de grupos políticos. Esta era una práctica habitual, de hecho, está reflejada en el personaje de Knightley, Helen Webb.
Estas infiltraciones se documentaron desde el año 1968, cuando agentes de inteligencia del país comenzaron a construir identidades totalmente falsas para infiltrarse en entornos políticos influyentes. No solo eso, algunos de estos agentes acabaron formando familias y manteniendo relaciones manteniendo su falsa doble vida.
Este suceso se conoce como el caso de los “spy cops”, agentes encubiertos que llegaron a engañar a activistas hasta formar matrimonios ficticios y tener hijos con ellos con consecuencias devastadoras. Los agentes se infiltraron en grupos ecologistas y de justicia social.
Incluso Theresa May, la primera ministra británica del momento, llegó a referirse al caso como «profundamente impactante y perturbador«. Los hechos se revelaron hace más de una década y tuvo repercusión mediática y de indignación social, pero también legal. El creador de Palomas negras tomo como referencia estos “matrimonios fantasmas” para comenzar a desarrollar el concepto de la serie.
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