¿Todavía confundido por el final de ‘El hoyo 2’?: nos lo explica el director

final de 'El hoyo 2'

Cuatro años después de la anterior entrega, El hoyo 2 se ganó al público de Netflix al llevarnos de vuelta a la distópica instalación penitenciaria vertical en lo que en sus últimos compases resultó ser una especie de precuela de la película de 2019. El Hoyo 2 está ambientada en el mismo universo que la película de 2020 y se desarrolla principalmente en la misma prisión, cuyo funcionamiento sigue siendo el mismo: cada día, una plataforma llena de comida desciende celda por celda de arriba abajo, transportando suficiente comida para alimentar a cada nivel. Pero este principio, válido sobre el papel, no tarda en agotarse, ya que durante su descenso los reclusos no se limitan a comer los alimentos que habían solicitado previamente. ¿Tú también estás confundido por el final de El Hoyo 2?

Ahora, se introduce un nuevo e interesante elemento en la nueva política penitenciaria. De hecho, los reclusos han creado un estricto sistema para garantizar que pueda comer el mayor número posible de personas: sólo se come la comida propia, y nada más. Cualquiera que infrinja esta norma es castigado.

La película ofrece así una nueva y renovada reflexión sobre las dinámicas sociales en torno a la distribución de la riqueza, que sigue siendo uno de los temas más explícitos de la dulogía dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia. Precisamente el director vasco abordó el tema experimentando su visión en una entrevista concedida en las últimas horas en la que afirmaba lo siguiente:

«En todos los ámbitos de la vida, cuanto más posees y más arriba estás, más responsabilidad tienes. Quien no posee nada no puede influir realmente en nada». Esta película invita a reflexionar sobre la distribución de la riqueza. Lo realmente importante es pensar: ¿qué harías tú? ¿Qué harías si te encontraras en el nivel 4? ¿Y qué harías si estuvieras en el nivel 104? Estas películas no son para tomárselas en serio, pero las preguntas que suscita en el espectador deberían hacerlo.

Además, el director habló del controvertido final de El Hoyo 2. Aunque se dejó deliberadamente abierto y podía dar lugar a múltiples interpretaciones, Gaztelu-Urrutia expresó su interpretación personal:

Lo importante no es lo que yo piense, sino lo que piense el público. La película está pensada para suscitar el debate. Todos cometemos demasiados errores en nuestra vida como para dar lecciones baratas. Esa no es nuestra intención. Simplemente ponemos las preguntas sobre la mesa, para mostrar un universo de ficción extravagante, exagerado y satírico, y luego dejamos que el público saque sus propias conclusiones. La interpretación del final de la película debe dejarse exclusivamente en manos del público».

Entrando en más detalles, el director aborda a continuación la conocida y discutida escena en la que el protagonista Perempuán decide salvar al niño enviado al nivel 333, el más bajo y oscuro de las instalaciones:

«En ese momento pasamos de la realidad a lo que podría ser ficción. El nivel 333 representa lo imaginario y, por lo que sabemos, podrían estar todos muertos». Perempuán y Zamiatin mantienen un enfrentamiento significativo: él, como matemático, piensa que lo imaginario no existe y, por tanto, lo considera inútil, mientras que ella, como artista, se aferra a él con todas sus fuerzas. Lo imaginario es el elemento que la mantiene cuerda dentro del oscuro vacío. Y es ahí, en una sociedad no jerárquica y no vertical, en una sociedad horizontal donde podemos encontrar este nivel imaginario, que no sabemos si es verdadero o falso, quizás es ahí donde puede manifestarse la verdadera solidaridad, el verdadero altruismo».

La explicación de Gaztelu-Urrutia, aunque intrigante y estimulante para comprender un nivel más de complejidad de la serie, aborda el lado más abstracto que se esconde tras la película. Si las palabras del director no le bastan, le remitimos a nuestro análisis del sorprendente final de la película.

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