Hablamos con Benedict Cumberbatch y Olivia Colman sobre ‘Los Rose’ y su experiencia reversionando al clásico matromonio: “Acordamos que no sería un remake, tiene un humor negro genial”

Hablamos con Benedict Cumberbatch y Olivia Colman sobre ‘Los Rose’ y su experiencia reversionando al clásico matromonio: “Acordamos que no sería un remake, tiene un humor negro genial”

Los Rose

Más de tres décadas después del estreno de La guerra de los Rose, una de las parejas más complejas, tóxicas y divertidas vuelve al cine en Los Rose, una nueva versión interpretada por Benedict Cumberbatch y Olivia Colman. Hablamos con ellos sobre reversionar un clásico y el matrimonio.

Warren Adler tuvo un destino curioso. Escritor, poeta y dramaturgo, falleció en 2019 a la avanzada edad de 91 años, tras una laureada carrera en el teatro y la literatura. En cambio, no encontró su merecido lugar en el cine hasta finales de la década de los 80, cuando Danny DeVito dirigió la adaptación de su célebre La guerra de los Rose, y 10 años después, Sydney Pollack llevó a la gran pantalla su libro Caprichos del destino, protagonizada por Harrison Ford y Kristin Scott Thomas. Y ya no hubo nada más. Sin embargo, ahora que se estrena una reinterpretación de La guerra de los Rose, protagonizado por Benedict Cumberbatch y Olivia Colman en los papeles de Michael Douglas y Kathleen Turner, nos enteramos de que hay nada menos que otras seis películas en desarrollo asociadas a su nombre. El guion de Los Rose, la nueva adaptación dirigida por Jay Roach (El escándalo y Trumbo) corre a cargo de Tony Tony McNamara (la pluma detrás de La favorita y Pobres criaturas), y sus protagonistas serán Benedict Cumberbatch y Olivia Colman en los papeles de Theo e Ivy, un matrimonio aparentemente sólido y perfecto, ambos con carreras de éxito e hijos fantásticos. Sin embargo, tras la apariencia de su supuesta vida ideal se avecina una tormenta, ya que, a medida que la carrera de Theo se viene abajo, las ambiciones de Ivy despegan, lo que enciende un polvorín de competencia feroz y resentimiento oculto.

¿Cómo surgió la idea de volver a hacer La guerra de los Rose? 

Benedict Cumberbatch: Todo empezó con un enfrentamiento entre Jay, Tony y yo. En primer lugar, había una férrea voluntad de que Olivia y yo trabajáramos juntos. David Greenbaum, de Fox Searchlight, se lo dijo a Tony en el plató de La favorita [película por la que la actriz ganó el Oscar]. Tras semanas de silencio, se le ocurrió la idea de un mundo similar al de la película original y me lo comentó. En ese momento me pareció una gran idea, así que esperé a que llegara el guion. Cuando lo leí, me di cuenta de lo completo que estaba. Lo tenía todo, era fantástico y extremadamente irreverente. Así que no tuvimos más remedio que poner a nuestras compañías manos a la obra. Tony es un genio dinámico, pero también un tipo tranquilo y relajado, ideal para la sátira y la comedia.

La comedia siempre entraña un riesgo. Además, La guerra de los Rose es todo un clásico. ¿No os preocupó ese aspecto? 

Olivia Colman: La película original fue muy importante para mí en mi juventud. Todavía recuerdo la primera vez que la vi, y cuando la experiencia es positiva, suele ser mejor no repetirla. Por eso, desde el principio acordamos que no sería un remake. Hemos tomado una dirección ligeramente distinta a la cinta original, con amor y respeto por el material de partida. Nuestra película tiene un tono diferente y, con Tony McNamara al frente del guion, podemos estar tranquilos. Además de ser muy divertido, tiene un humor negro genial.

BC: Tuvimos especialmente en cuenta el papel de los matrimonios, que nos parecieron esenciales para la película, tanto en el guion como en la vida en general. Esa fue la primera idea que quisimos explorar. Examinamos mucho material de la antigua película que luego reutilizamos de otra manera, sobre todo la relación entre ambos. Para disfrutar de nuestra película no es necesario ver la antigua. Los Rose se sostiene por sí sola. Sólo hemos tomado prestada la estructura, algunas situaciones y la idea que hay detrás.

OC: Además, ¿acaso el arte no influye en sí mismo? Siempre lo ha hecho y siempre lo hará, como la moda y muchas otras profesiones creativas. A riesgo de arrepentirme de haber dicho esto [risas], reto a cualquiera a encontrar un cuadro en el que el artista no se haya inspirado en la obra de otro. Lo mismo ocurre con la música. Todo lo que hemos creado a lo largo de los siglos es una fuente de inspiración, aunque no nos demos cuenta. Me encanta haber hecho una película inspirada en La guerra de los Rose.

¿Cómo establecisteis las premisas de esta pareja? 

OC: Nunca habíamos trabajado juntos, pero nos conocíamos desde hacía años. Somos muy amigos, así que ya teníamos una idea de cómo sería nuestra relación. Sólo era cuestión de ultimar los detalles y lo hicimos con Tony, que estaba allí cuando tomamos la decisión. La particularidad de nuestra película es que trata más del matrimonio que del divorcio. También es mucho más contemporánea, hay más diálogo y menos comedia física. Ninguno de nosotros quería repetir la de Danny DeVito.

Ivy y Theo son unos cabrones, ¿verdad? [risas] Hay algo en el guion que hizo que dijera: ¿podemos mencionar eso sin perder público?

OC: La escena en la que mi personaje, Ivy, finge haber recibido una paliza de Theo. Habría sido una elección muy fácil, pero eso no quiere decir que se esté ridiculizando a la víctima. Es como si dijera: “Quiero que el mundo sepa que es de mala calaña”. Y como tengo que convencer a amigos y abogados de ello, aunque fuera cruel por su parte. Sobre todo, porque Theo nunca haría eso, pero tenía que hacerlo, y además ser convincente. Era necesario para el crecimiento y la evolución, aunque negativa, de nuestros dos personajes.

BC: Sí, fuimos especialmente sensibles a este respecto porque, por desgracia, vivimos en un mundo en el que estas cosas ocurren y no tienen nada de divertido. Es muy importante establecer el tono adecuado y no pensar ni por un segundo que es divertido cuando las relaciones se deterioran hasta el punto de llegar a las manos. Pero también vivimos en un mundo en el que las cosas pueden expresarse a través de la corporeidad de la comedia sin necesidad de recurrir a una sobreimpresión. Es evidente que se trata de una relación muy especial. Los dos se quieren, y no hay ninguna ‘trampa de la crueldad’ en su forma de relacionarse. No quieren hacerse daño, sino sobrevivir y enderezar la relación. Sin embargo, cuando empiezan a perder de vista los motivos de su pareja dentro de esta interminable guerra, la situación se polariza y dejan de verse. En cuanto vuelvan a hacerlo, todo se derrumbará.

En un momento dado, cuando la carrera de Theo se viene abajo, uno de sus amigos le dice que es un perdedor y él acaba convenciéndose de que, en general, a las mujeres no les gusta, por lo que entra en crisis. ¿Comparte esta opinión? ¿Cuál cree que es el motivo principal por el que la gente se separa, más allá del desamor y el desapego? 

BC: Theo pone en sus hijos toda la energía y la obsesión que tenía por su trabajo para que lleguen a ser deportistas de élite, como si su adicción al azúcar no se debiera más que al hecho de que aún fueran niños. En esta obsesión se comporta como un drogadicto que trasplanta y desplaza su obsesión a otra cosa, aislando a Ivy de su relación paternal con sus hijos. Hace como si no oyera y es incapaz de afrontar el dolor de su fracaso. El problema, sin embargo, lo tiene él. No consigue racionalizar lo sucedido, que no es más que un tropiezo profesional. No se calma, no consigue avanzar y, en el proceso, pierde su faceta más humana, que intenta redescubrir y validar por otros medios. Además, se le recuerda constantemente, de forma cómica pero honesta, que nadie ha olvidado ese episodio, lo que también le hace un poco ridículo; sus amigos reiteran su fracaso, lo que le duele. Desde mi punto de vista, esto es algo muy americano. Me refiero a conceptos como honestidad y franqueza, la idea de fracasar y tener éxito”.

OC: Cuando su amigo dice: “Eres un fracasado y a las mujeres no les gustas”, me hace gracia precisamente porque no es verdad. No conozco a ninguna mujer que… Bueno, puede que existan, ¡pero no son mis amigas! Si algo sale mal, tu pareja no se vuelve menos atractiva ni es un fracasado. Detesto la idea de que las mujeres puedan pensar que un hombre sin éxito es poco atractivo. No quiero que los hombres piensen eso de sí mismos. Y luego, en esta segunda profesión como padre, Ivy le apoya mucho. Creo que lo que alimenta el descontento es la forma en que, en el proceso de su ascenso y su caída, y luego su resurrección, ambos se pierden de vista y se centran en sus propios mundos. El amor sigue ahí, pero cada uno va por su lado; no se comunican lo suficiente, las brechas se ensanchan y se separan. No existe ese momento en el que dices: “Lo estás haciendo muy bien” y “¿Has visto lo bueno que eres? Muchas gracias por esta segunda oportunidad”. La situación se agrava hasta que el resentimiento es tan fuerte que ya no es posible recuperarse.

BC: Aprendemos de nuestros fracasos, no de nuestros éxitos. Sólo se aprende intentando hacerlo mejor, mejorando y volviendo a caer. Y caer mejor, como decía Samuel Beckett.

OC: A menudo, las personas piden el divorcio porque se han cansado de algo de lo que se habían enamorado y quizá se han aburrido.

Fotos: GettyImages

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