Mohammad Rasoulof rodó ‘La semilla de la higuera sagrada’ en secreto y perseguido por el gobierno iraní: "Tienen miedo del pueblo y su arma es ejercer el terror"

Mohammad Rasoulof

Perseguido, encarcelado y castigado durante años por el gobierno iraní, Mohammad Rasoulof rodó La semilla de la higuera sagrada en secreto y se autoexilió después para poder seguir contando historias sobre su país.

La higuera sagrada, también conocida como Ficus religiosa, es un arbusto cuyas semillas crecen parasitando otras plantas y árboles hasta asfixiarlos, y el nuevo largometraje de Mohammad Rasoulof, La semilla de la higuera sagrada, lo utiliza en su título como, según el propio cineasta, “metáfora de la represión que los ciudadanos iraníes sufren a manos del régimen teocrático que los gobierna”.

Ambientada durante las protestas populares que tuvieron lugar en el país desde finales de 2022 tras la muerte de la joven Mahsa Amini mientras se hallaba bajo custodia policial, es la película más furiosa de un director que, también a través de títulos como Goodbye (2011), Manuscripts Don’t Burn (2013) y La vida de los demás (2020) –galardonada con el Oso de Oro en la Berlinale–, ha consagrado su carrera a la oposición y la disidencia políticas.

La protagoniza una familia encabezada por un investigador judicial que justo acaba de ser ascendido cuando estallan las citadas protestas; si bien él y su esposa creen firmemente en el discurso oficial –que Irán es víctima de un complot mundial, y que cualquier crítica al gobierno es terrorismo–, sus dos hijas sostienen que el país está sometido a un sistema monstruoso basado en la obediencia ciega a Dios y al Ayatolá, donde impera el fanatismo y en el que cualquier disensión es brutalmente silenciada; y mientras ambas posturas se radicalizan y el descontento ciudadano hace cada vez más ruido, la psicosis que sufre el patriarca se agrava hasta hacerse insoportable.

Se trata de un personaje que Rasoulof conoce bien tras lidiar constantemente con interrogadores, censores, fiscales y miembros de los cuerpos de seguridad iraníes en las últimas dos décadas, durante las que ha sido castigado con sucesivas condenas de cárcel y demás medidas opresoras. “En una de mis estancias en prisión conocí a un funcionario que me confesó que sentía un profundo odio hacia sí mismo por hacer lo que hacía, que incluso pensaba en suicidarse, y que sus hijos lo criticaban duramente”, recuerda el cineasta. “Quise explorar cómo funciona la psicología de personas como él, que trabajan para el régimen. ¿Por qué no puedo entender qué les pasa por la cabeza?”.

La paranoia que La semilla de la higuera sagrada exuda es un reflejo de la que envolvió su rodaje. Tuvo que desarrollarse en secreto y entre precauciones extremas, con un equipo de filmación mínimo y sólo unas pocas localizaciones, y sin la presencia física del propio Rasoulof.

En su transcurso, el director fue condenado a ocho años de prisión, latigazos y confiscación de bienes después de que el Tribunal Revolucionario de Teherán considerara que sus películas son “ejemplos de connivencia con la intención de cometer crímenes contra la seguridad del país”.  “Es entonces cuando comprendí que no tenía más opción que abandonar el país”, sentencia. Viajó a pie durante 28 días hasta pisar suelo alemán, y poco después logró presentar la película en el Festival de Cannes, donde ganó un premio especial del jurado. “Huí de Irán porque sólo haciéndolo seré capaz de seguir contando historias sobre lo que pasa allí”, explica. “El único papel que podría desempeñar en caso de haber acabado en prisión sería el de víctima de la censura y me niego a ser una víctima. Tampoco estoy dispuesto a trabajar sometido a la censura. Hacer películas sólo me interesa si me permite mantener la libertad, la integridad y la dignidad”.

Actualmente, Rasoulof permanece exiliado en Europa. Confía en que los iraníes podrán ver La semilla de la higuera sagrada a través de internet. “Sólo les pido que no la vean en la pantalla del teléfono, que busquen una un poco más grande”, añade. Entretanto confía que el choque ideológico retratado, entre la increíble valentía de una juventud que repudia el abuso y la violencia y el celo reaccionario de sus padres, hará caer a los tiranos más pronto que tarde. “Tienen miedo del pueblo, y la única arma que tienen para contrarrestarlo es ejercer el terror”, explica. “Su autoridad nunca fue tan vulnerable e inestable como ahora y ya falta menos para que su maquinaria de dominación quede enterrada en las profundidades de la Historia”.

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Fotos: Getty Images

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